El solsticio de invierno había llegado; con él las heladas. La luna negra aparecía entre la bruma, vagando lentamente como un barco errante. Bajo ella, el gran camino, bañado de luz pálida, se extendía lejos, lleno de peligro, horrores, hacia las extensas llanuras que bordeaban la capital del continente.
Había dos siluetas atravesando el camino a
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